DESARROLLO DE LA FAS

El doctor Quiñónez Molina que había seguido con mucho entusiasmo el papel de había tenido la incipiente aviación, en el desarrollo de la Primera Guerra Mundial, le hicieron conocer, más a través del cambio de impresiones con amigos y militares veteranos, el papel que tuvo la aviación, en muchas actividades de su incumbencia. A su regreso de Europa, encontró que el auge de la aviación por estas latitudes era mayor, y pensando en la posibilidad de asumir la Presidencia de la República, al participar en la vida política, tenía la idea de incorporar el elemento aéreo como parte integrante del Ejército, pues existían pilotos militares y aviones del Gobierno, pero estos no pertenecían orgánicamente a la institución armada sino que existían como elementos privados al servicio del Gobierno.

Finalmente, el 20 de marzo de 1923 el sueño de un pueblo se hizo realidad, cuando el Presidente de la República, doctor Alfonso Quiñónez Molina, a solo veinte días de haber asumido tan importante cargo y consciente de la importancia que tendría en el desarrollo del país, decretó la creación de la “Flotilla Aérea Salvadoreña (FAS)” que, posteriormente sería llamada “Fuerza Aérea Salvadoreña (FAS)”.

El entusiasmo de las autoridades por la aviación era tan grande que, a pocos meses de haber creado la “Flotilla Aérea Salvadoreña”, decretaron el primer “Reglamento para la Aviación Civil” de fecha 19 de mayo de 1923. A este reglamento siguió el del “Curso Militar de Aviación” de fecha 27 de junio de 1923, y de acuerdo a este último reglamento, de conformidad con el Art. 2º. , se nombró el 14 de julio de 1923 como director de dicho Curso al Jefe de la Sección de Aviación anexa al Departamento General del Ministerio de Guerra, capitán Humberto Aberle, quien desempeñaría este cargo Ad-honorem hasta el 21 de abril de 1924.

Al quedar integrado el Primer Curso Militar de Aviación, se nombró como instructor de vuelo al piloto italiano Enrico Massi y como alumnos a piloto a los señores Juan Ramón Munés y Ricardo Aberle, éste último hijo del coronel Juan Aberle, creador de la letra de nuestro Himno Nacional y hermano del capitán Humberto Aberle.

La tragedia más grande de la naciente aviación salvadoreña, fue sin duda la muerte de Enrico Massi, ocurrida el 4 de octubre de 1923, debido a la falla del motor del Caudron G.III, sobreviviendo milagrosamente a este suceso, su alumno Juan Ramón Munés.

Con el propósito de dar más atención a la aviación nacional, de manera que pudieran establecerse empresas de carácter comercial o para servicios oficiales de orden civil, Escuelas de Aviación privadas para la formación de pilotos aviadores y mecánicos; pero conservando siempre el control militar necesario sobres éstas, el Gobierno de la República creó mediante acuerdo Ejecutivo de fecha 19 de febrero de 1924, la “Jefatura de la Aviación Salvadoreña”, la que estaría a cargo de un ingeniero militar de la categoría de Jefe. Es así, como en la Orden General del 20 de febrero de 1924, se nombró al señor brigadier e ingeniero Carlos Carmona, como primer Jefe de la Aviación Salvadoreña.

El interés del Gobierno por fortalecer la aviación fue sin duda muy grande, prueba de ello es que el 10 de junio de 1924, se ordenó al Consulado de El Salvador en San Francisco, California, EE.UU., la erogación de $ 1402.88 para la compra de un avión “Curtiss JN-4D Jenny”, el cual sería puesto en servicio en la Escuela de Aviación.

La Escuela de Aviación continuó la instrucción de vuelo para el Curso Militar de Aviación con los aviadores Aquiles Travaglini, de origen italiano y el francés Edmundo Durell, quienes fueron asimilados al grado de capitán del Ejército. Bajo de la dirección de éstos dos instructores, de graduaron como pilotos aviadores el día 12 de julio de 1924, Juan Ramón Munés y Ricardo Aberle, siendo este suceso un verdadero acontecimiento nacional, al que asistió el señor Presidente de la República, doctor Alfonso Quiñónez Molina, con todo su Gabinete de Gobierno.

Al igual que el capitán Humberto Aberle, el teniente Eduardo Perdomo Herrera fue designado por el Gobierno para realizar estudios de aviación en Los Angeles, California, EE.UU., donde se graduó el 26 de agosto de 1924.

Cada nuevo piloto que surgía, era motivo de un acontecimiento de gran trascendencia para la sociedad salvadoreña, y el día 24 de noviembre de 1924 no fue la excepción, cuando ejecutó su primer vuelo para obtener su brevet como piloto aviador Jacinto Bondanza, quien había terminado sus estudios bajo la dirección de Juan Ramón Munés.

Meses más tarde, también se graduó como piloto aviador César Dárdano. Todos estos pilotos fueron asimilados al grado de Subtenientes del Ejército.

En ocasión de celebrar las fiestas patrias del 15 de septiembre de 1925, el doctor Alfonso Quiñónez Molina, Presidente de la República, envió a Guatemala una flotilla de aviones con la noble misión de ser portadora de parte del Gobierno y del pueblo salvadoreño de un fraternal saludo al Gobierno y pueblo de Guatemala, Esta flotilla estuvo compuesta por los pilotos: subtenientes Juan Ramón Munés, Ricardo Aberle, Jacinto Bondanza, y César Dárdano. El Jefe de la delegación fue el coronel Luis Andréu.

La llegada al territorio del Quetzal no presentó problema alguno, sin embargo, el regreso al suelo patrio fue una odisea inolvidable, ya que les tomó tres días, debido a los percances sufridos por el mal tiempo.

Otro suceso de gran trascendencia por el impulso que dio a la aviación salvadoreña, fue la donación de un monoplano de parte del señor W. A. Dalton, para uso de la Escuela de Aviación, la entrega fue realizada el 12 de octubre de 1925 durante los festejos conmemorativos del “Día de la Raza”. El mencionado aeroplano, había sido construido en San Francisco, California, EE.UU., por el aviador Larry Browm, muy conocido en El Salvador por sus hazañas como piloto y sobre todo por el popular reto que hiciera a mediados de 1923 al aviador italiano Enrico Massi, el cual, fue muy comentado por el pueblo salvadoreño aunque nunca se realizó.

También, durante 1925 se hace la primera organización de la aviación salvadoreña, quedando integrada de la forma siguiente: un primer jefe, un segundo jefe, un tercer jefe, un guarda-almacén con funciones de ayudante, un cirujano, un pagador, quince pilotos aviadores, un mecánico jefe, cinco mecánicos, un escribiente, dos choferes, un enfermero, seis ordenanzas y un destacamento de infantería compuesto por: un sargento segundo, dos cabos y doce soldados.

El 27 de octubre de 1925, se les otorgó el Título de Piloto Aviador a los señores Hermán Barón y Julio Faustino Sosa, quienes fueron asimilados a subtenientes. Posteriormente, le fue conferido dicho título al señor Benjamín Rodríguez.

Para el doctor Quiñónez Molina, el desarrollo de la aviación en El Salvador era algo importante, razón la que no escatimó esfuerzos en impulsarla. Fue así como en los últimos meses de su período presidencial, compró a Francia una flota de seis aviones, 5 de ellos del tipo “Hanriot H320Et2s” y un “Breguet Bre14A”, al que se le dio el nombre de “Gerardo Barrios”, en honor al máximo paladín de nuestra patria. Este último aeroplano fue donación especial del Presidente Quiñónez Molina. Estos aviones, más los existentes sumaban 15 aeroplanos y se les dio el nombre de los 14 departamentos de la República, a excepción del Bre14A que mantuvo su nombre.

En los inicios de la aviación en El Salvador, los pilotos eran ídolos populares que atrapaban la atención de enormes cantidades de ciudadanos con sus emocionantes y peligrosas acrobacias. Todo el mundo estaba pendiente de sus actividades personales, especialmente las relacionadas con la aeronáutica; por ese motivo, la muerte de Enrico Massi, acaecida el 4 de octubre de 1923, cobró proporciones de duelo nacional al convertirse éste en el primer mártir la aviación nacional.

Lo mismo ocurrió el 26 de marzo de 1926, cuando Ricardo Aberle se precipitó a tierra en el “Dalton”, debido a una falla de motor. Este accidente, convirtió a Ricardo Aberle en el segundo mártir de la aviación salvadoreña y en el primer piloto nacional muerto en accidente aéreo.

Transcurría el domingo 4 de julio de 1926, cuando la Virgen de Loreto fue entronizada como patrona de los pilotos aviadores salvadoreños por monseñor Joaquín Alfonso Belloso y Sánchez. La imagen con bendición papal y una autógrafa del Sumo Pontífice Pío XI, fue traída desde Europa por doña Sara Duque de Mejía, a quien los pilotos salvadoreños habían elegido como su madrina.

Por acuerdo del Poder Ejecutivo, se le extendió el Título de Piloto Aviador al capitán Julio Barraza, quien con toda brillantez sostuvo el examen final de vuelo el día 8 de febrero de 1927.

Otro suceso de gran importancia fue que, el día 2 de marzo de 1927, siendo Jefe de la Aviación Militar Salvadoreña el general e ingeniero Carlos Carmona, se logró que la Aviación Militar, quedará anexa a la Secretaría de Estado en los despachos de Guerra y Marina.

El entusiasmo por la aviación también llevó a los “guanacos” al campo de la investigación, es así, como José S. Candray, salvadoreño residente en San Francisco, California, EE.UU., después de una serie de estudios logro realizar un invento al que llamo “Rotor Nave Aéreo Candray”, el que fue patentado en los Estados Unidos, quedándose únicamente en el campo experimental.

El 7 de diciembre de 1927, causo baja como Jefe de la Aviación Salvadoreña, el general de brigada e ingeniero Carlos Carmona y en su lugar fue nombrado el general Antonio Claramount Lucero.

Un suceso de gran importancia para el desarrollo de la aviación en el país, por el entusiasmo que despertó a todo nivel, fue sin duda la visita del aviador norteamericano Carlos Augusto Lindbergh, quien era famoso en todo el mundo por sus hazañas y en especial por su vuelo sin escalas desde Nueva York hasta París entre los días 20 y 21 de mayo de 1927.

La visita de Lindbergh a El Salvador fue realizada el 1 de enero de 1928 y tomó todas las características de fiesta nacional.

Después de la llegada de Lindbergh en el mes de enero, vino al país otro famoso aviador de origen mexicano, el teniente coronel Roberto Fierro. Fierro llegó a esta capital el 28 de agosto de 1928, a bordo del avión “Baja California No. 2” como embajador de buena voluntad de parte del Gobierno de México.

El 24 de marzo de 1928, se graduaron como pilotos aviadores los señores Daniel Cañas Infante, Benjamín Loucel y Miguel A. Velado, quienes inmediatamente fueron asimilados a subtenientes del Ejército.

Un hecho que atrapó la atención del pueblo salvadoreño produciendo gran inquietud, fue la desaparición del piloto subteniente Hernán Barón y su acompañante, el mecánico Belisario Salazar; quienes el 30 de abril de 1929 habían salido desde Ilopango con destino a Costa Rica a bordo del avión “Breguet Bre14A Gerardo Barrios”.

El avión sufrió un desperfecto mecánico, obligando a Barón a realizar un aterrizaje forzoso en la hacienda “El Estanque”, Punta Cosiguina, Nicaragua; resultando la aeronave completamente destruida y salvándose milagrosamente sus tripulantes, quienes fueron recibidos como héroes en San Salvador el 6 de mayo de 1929.

El 15 de mayo de 1929, causó alta el general de brigada José Trabanino, como Jefe de la Aviación Militar Salvadoreña, en lugar del general de brigada Antonio Claramount Lucero.

En esta época que por condiciones económicas se reglamentaron los vuelos con límite de tiempo y se estableció un horario especial para la práctica de los vuelos de pilotos y alumnos.

Durante el período presidencial del doctor Pío Romero Bosque se adquirieron cuatro aviones “WACO”, dos del tipo “Taperwing” y dos modelo “F”.

El gobierno salvadoreño dio un gran impulso a la aviación tanto militar como civil, fue así como el 4 de diciembre de 1929 se fundó el Club Salvadoreño de Aviación Civil y Reserva (Aeroclub), el cual en sus inicios tiene casi la misma su historia que la de aviación militar, por estar estrechamente relacionados.

El año de 1930 dio inicio a un importante adelanto para los salvadoreños, con la inauguración el correo aéreo internacional. Fueron dos enormes trimotores de la compañía Pan American Airways los que realizaron el primer vuelo. A este evento asistió el Jefe de Estado y todo su Gabinete de Gobierno.

El 26 de diciembre de 1930, por acuerdo de fecha 19 de ese mismo mes y año, le fue conferido el Título de Piloto Aviador de la Aviación Salvadoreña al capitán Gustavo López Castillo, quien años más tarde llegó a ser Comandante de la Fuerza Aérea Salvadoreña, y a su vez, punto de apoyo y enlace entre el Aeroclub y la Aviación Militar Salvadoreña.

El 8 de diciembre de 1931, causo baja el general de brigada José Trabanino y en su lugar se nombró al subteniente asimilado y piloto aviador Juan Ramón Munés, como Jefe del Cuerpo de la Aviación Salvadoreña.

Bajo las ordenes de Munés, la Aviación Militar tuvo su bautizo de fuego, al participar como arma aérea en el levantamiento comunista del 22 de enero de 1932, efectuando misiones de reconocimiento, ametrallamiento y bombardeo con bombas de fabricación casera, las posiciones del ejército rojo en Juayúa, Izalco, Tacuba, Salcoatitán, Nahuizalco, Sonzacate, Sonsonate, Ahuachapán, Santa Ana y La Libertad.

La experiencia ocurrida en enero de 1932, dio la pauta para que el Gobierno del general Maximiliano Hernández Martínez buscara el perfeccionamiento del Cuerpo de Aviación. Se entrenó a los pilotos en técnicas de ametrallamiento, bombardeo y fotografía aérea, así como también, se adquirió nuevo material aéreo.

Con el objeto de estimular y a la vez, recompensar los méritos y tiempo de servicio de los miembros de la Fuerza Armada, el Gobierno del general Hernández Martínez, promulgó el 23 de julio de 1932, una “Ley de Ascensos Militares”, en la cual se crea el Escalafón Especial de la Aviación Salvadoreña, que en su rama militar comprendía desde el grado de subteniente hasta el de capitán mayor. Este escalafón fue derogado por Decreto Ejecutivo el 6 de julio de 1937.

El general Hernández Martínez estaba consciente de la importancia que tenía la aviación en el desarrollo económico del país, lo mismo que en el aspecto estrictamente militar; por ese motivo, se empeñó en dotar a El Salvador de nuevos aparatos que pudieran satisfacer las necesidades de la época. Fue así, como el 16 de agosto de 1933, cinco camiones custodiados por agentes de la Guardia Nacional, transportaron desde el puerto de Acajutla hasta esta capital, las cajas que contenían tres aviones “Curtiss Wright CW-14 Osprey” de fabricación norteamericana.

El año de 1934 trajo consigo la desgracia para el pueblo salvadoreño; días de zozobra fueron vividos por aquellas poblaciones, debido a las inundaciones del mes de junio. Las lluvias habían dejado incomunicados los pueblos, los caminos fueron obstruidos, las vías férreas bloqueadas, líneas telefónicas y de telégrafo rotas y los poblados completamente aislados, incluyendo la capital; en esos momentos angustiosos, surgió la Aviación Militar para romper aquella situación intolerable, con el firme propósito de llevar auxilio a quienes lo necesitaban, y posteriormente, iniciar el transporte de víveres y de correspondencia oficial y particular al interior del país, lanzándola desde los aviones en aquellos lugares donde no había manera de aterrizar, y recogiéndola a través del sistema de campaña del Ejército.


El avión sufrió un desperfecto mecánico, obligando a Barón a realizar un aterrizaje forzoso en la hacienda “El Estanque”, Punta Cosiguina, Nicaragua; resultando la aeronave completamente destruida y salvándose milagrosamente sus tripulantes, quienes fueron recibidos como héroes en San Salvador el 6 de mayo de 1929.

El 15 de mayo de 1929, causó alta el general de brigada José Trabanino, como Jefe de la Aviación Militar Salvadoreña, en lugar del general de brigada Antonio Claramount Lucero.

Es en esta época que por condiciones económicas se reglamentaron los vuelos con límite de tiempo y se estableció un horario especial para la práctica de los vuelos de pilotos y alumnos.

Durante el período presidencial del doctor Pío Romero Bosque se adquirieron cuatro aviones “WACO”, dos del tipo “Taperwing” y dos modelo “F”.

El gobierno salvadoreño dio un gran impulso a la aviación tanto militar como civil, fue así como el 4 de diciembre de 1929 se fundó el Club Salvadoreño de Aviación Civil y Reserva (Aeroclub), el cual en sus inicios tiene casi la misma su historia que la de aviación militar, por estar estrechamente relacionados.

El año de 1930 dio inicio a un importante adelanto para los salvadoreños, con la inauguración el correo aéreo internacional. Fueron dos enormes trimotores de la compañía Pan American Airways los que realizaron el primer vuelo. A este evento asistió el Jefe de Estado y todo su Gabinete de Gobierno.

El 26 de diciembre de 1930, por acuerdo de fecha 19 de ese mismo mes y año, le fue conferido el Título de Piloto Aviador de la Aviación Salvadoreña al capitán Gustavo López Castillo, quien años más tarde llegó a ser Comandante de la Fuerza Aérea Salvadoreña, y a su vez, punto de apoyo y enlace entre el Aeroclub y la Aviación Militar Salvadoreña.

El 8 de diciembre de 1931, causo baja el general de brigada José Trabanino y en su lugar se nombró al subteniente asimilado y piloto aviador Juan Ramón Munés, como Jefe del Cuerpo de la Aviación Salvadoreña.

Bajo las ordenes de Munés, la Aviación Militar tuvo su bautizo de fuego, al participar como arma aérea en el levantamiento comunista del 22 de enero de 1932, efectuando misiones de reconocimiento, ametrallamiento y bombardeo con bombas de fabricación casera, las posiciones del ejército rojo en Juayúa, Izalco, Tacuba, Salcoatitán, Nahuizalco, Sonzacate, Sonsonate, Ahuachapán, Santa Ana y La Libertad.

La experiencia ocurrida en enero de 1932, dio la pauta para que el Gobierno del general Maximiliano Hernández Martínez buscara el perfeccionamiento del Cuerpo de Aviación. Se entrenó a los pilotos en técnicas de ametrallamiento, bombardeo y fotografía aérea, así como también, se adquirió nuevo material aéreo.

Con el objeto de estimular y a la vez, recompensar los méritos y tiempo de servicio de los miembros de la Fuerza Armada, el Gobierno del general Hernández Martínez, promulgó el 23 de julio de 1932, una “Ley de Ascensos Militares”, en la cual se crea el Escalafón Especial de la Aviación Salvadoreña, que en su rama militar comprendía desde el grado de subteniente hasta el de capitán mayor. Este escalafón fue derogado por Decreto Ejecutivo el 6 de julio de 1937.

El general Hernández Martínez estaba consciente de la importancia que tenía la aviación en el desarrollo económico del país, lo mismo que en el aspecto estrictamente militar; por ese motivo, se empeñó en dotar a El Salvador de nuevos aparatos que pudieran satisfacer las necesidades de la época. Fue así, como el 16 de agosto de 1933, cinco camiones custodiados por agentes de la Guardia Nacional, transportaron desde el puerto de Acajutla hasta esta capital, las cajas que contenían tres aviones “Curtiss Wright CW-14 Osprey” de fabricación norteamericana.

El año de 1934 trajo consigo la desgracia para el pueblo salvadoreño; días de zozobra fueron vividos por aquellas poblaciones, debido a las inundaciones del mes de junio. Las lluvias habían dejado incomunicados los pueblos, los caminos fueron obstruidos, las vías férreas bloqueadas, líneas telefónicas y de telégrafo rotas y los poblados completamente aislados, incluyendo la capital; en esos momentos angustiosos, surgió la Aviación Militar para romper aquella situación intolerable, con el firme propósito de llevar auxilio a quienes lo necesitaban, y posteriormente, iniciar el transporte de víveres y de correspondencia oficial y particular al interior del país, lanzándola desde los aviones en aquellos lugares donde no había manera de aterrizar, y recogiéndola a través del sistema de campaña del Ejército.

A raíz de las inundaciones de junio, se construyeron campos de aterrizaje en Ahuachapán, Santa Ana, Sonsonate, San Vicente, Usulután, San Miguel, La Unión, Morazán, Cabañas y Chalatenango, esperándose que para 1935, existieran en todos los departamentos y en algunas poblaciones importantes del país.

El 13 de septiembre de 1936, según consta en Orden del Cuerpo de ese día, para una mejor expedición del servicio, más orden, efectividad y progreso del entrenamiento de los pilotos, se organizó el personal que componía la Fuerza Aérea Salvadoreña en un escuadrón de tres patrullas con tres pilotos cada una; siendo el comandante de escuadrón, el capitán Julio Faustino Sosa, y como segundo comandante, el capitán Hernán Barón.

En noviembre de 1939, se adquirieron dos aviones monoplanos de entrenamiento “Fairchild M-62”. Estos aeroplanos vinieron a reforzar a los únicos entrenadores Lincoln Standard LS-5 y Waco-F que la FAS tenía en servicio para el entrenamiento de sus pilotos.

En el último semestre de 1938, la FAS tramitó la compra de cuatro modernos aviones de ataque de fabricación italiana “Caproni A.P.1”, los cuales fueron oficialmente entregados el 1 de diciembre de 1938.

En el período de 1930 a 1940 se graduaron como pilotos aviadores los subtenientes Francisco A. Ponce, Miguel Hernández, Héctor Castaneda, Raúl Paniagua Araujo, Mario Ernesto Villacorta, Horacio Melara, Manuel Martínez, Carlos Gavidia, Manuel Quijano Hernández y el sargento Víctor Alfredo Lara.

Hasta 1940 el progreso de la aviación militar había sido continuo, y el entusiasmo por esta arma, tuvo gran acogida entre los miembros de la Fuerza Armada y el pueblo en general. Era normal en esa época, que oficiales, suboficiales y personal civil voluntario ingresara en los cursos para pilotos aviadores de la FAS.

Es sin duda, la época de mejor desarrollo de la Fuerza Aérea Salvadoreña fueron los años de 1942 a 1944; años que corresponden al apogeo de la Segunda Guerra Mundial y al último período presidencial del general Hernández Martínez, quieran gran entusiasta del poder aéreo por los resultados obtenidos en el desarrollo de la guerra.

Dentro de las aeronaves adquiridas por el Gobierno se encontraban: un Taylorcraft, un Stinson, tres Piper’s, dos Luscombe 8A. Silvaire, tres Vultee BT-13 Valiant, seis Fairchild PT-19B y seis North American AT-6 (tres AT-6C y tres AT-6D). Estos últimos fueron utilizados para patrullar las costas del territorio nacional, como muestra de apoyo a los aliados durante la Segunda Guerra Mundial.

Cabe mencionar que el tren de aterrizaje de los aviones “Caproni A.P.1”, fue modificado por el gran pionero de la mecánica aérea, Belisario Salazar; modificación aceptada por la fábrica Caproni Aeronáutica Bergamasca.

El 2 de abril de 1944, un conato de insurrección trató de derrocar al Presidente Hernández Martínez. Este movimiento fue apoyado por la FAS, que participó en el ametrallamiento y bombardeo de las posiciones leales al Presidente con aviones AT-6. Como resultado de esta acción, muchos pilotos fueron fusilados y otros que corrieron mejor suerte, lograron escapar hacia Guatemala; quedando disuelto así, el personal de vuelo y las actividades de la aviación militar suspendidas por un período de aproximadamente cuatro años.

Como resultado de la revolución del 2 de abril de 1944, el mayor Hernán Barón causó alta como Jefe de la Aviación Militar Salvadoreña, el 6 de abril.

Como Jefe de la FAS, el mayor Barón dirigió el 12 de diciembre de 1944, las operaciones contra una fuerza invasora de exiliados salvadoreños procedentes de Guatemala. Para esta misión, fueron armados cinco aviones AT-6 para realizar bombardeo y ametrallamiento en vuelo a baja altura contra los agresores.

El 5 de diciembre de 1944, se nombró como Jefe interino de la Aviación Militar al capitán Francisco Alberto Ponce, en sustitución del mayor Hernán Barón, quien pasó a desempeñarse como agregado militar en Washington, EE.UU.

Para 1945, El Salvador era testigo de una serie de acontecimientos políticos turbulentos, que llevaron a varios golpes de estado.

El 15 de mayo de 1945, asume nuevamente la Jefatura de la Aviación Militar el teniente coronel Hernán Barón, pero el 14 de junio de 1945, es relevado en el cargo por el entonces coronel Gustavo López Castillo.

Este período se caracteriza por la limitada adquisición de aeronaves, entre las que se destacan: un Aeronca, un Beech AT-11 y tres Vultee BT-13A, éstos últimos, excedentes de un “stock” de aeronaves de la Zona del Canal de Panamá.

Nuevamente un golpe de estado ocurrido el 14 de diciembre de 1948, pone la Jefatura de la FAS en manos del mayor Francisco Alberto Ponce, quien a raíz de los sucesos revolucionarios de 1944-1945, se encontraba volando para la compañía Transportes Aéreos Centroamericanos (TACA), teniendo prohibido bajar de la cabina de su aeronave durante sus vuelos a Ilopango, cargo que fue asumido el 5 de enero de 1949.

En el menor tiempo posible, el mayor Ponce tomó las medidas necesarias y con asistencia de una misión de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, se obtuvo repuestos para los AT-6 y BT-13 existentes, además, de la compra de dos R4D-1 FAS # 101 y 102 (C-47) en California a la compañía Howard Hughes y doce Vultee BT-13.

La misión de la USAF ayudó a estructurar el entrenamiento de los pilotos, se construyeron aulas de clases y ayudas de instrucción, entre las que se encontraba un simulador de vuelo “Link”. En noviembre de 1949, una clase de 15 pilotos había completado su curso de vuelo, pero el Gobierno permitió que únicamente cuatro oficiales se graduaran.

El mayor Ponce enfermó gravemente y fue llevado vía aérea hacia el hospital John Hopkins, en Baltimore, EE.UU., donde finalmente murió.

El 16 de diciembre de 1949, asume nuevamente la Jefatura de la FAS el teniente coronel Hernán Barón, que a su vez traspasó el mando de la misma, al teniente coronel Luis Felipe Escobar el 30 de septiembre de 1950.

Con el asesoramiento de la misión de la USAF, el nuevo Jefe de la FAS, viajó con un grupo de mecánicos hacia la Base Aérea de Albrook, en la Zona del Canal de Panamá, para que éstos últimos realizaran cursos especializados en el mantenimiento de aeronaves.

Por otro lado, los capitanes Jorge Rovira, Ricardo Lemus Rivas y el teniente Jorge Domínguez, se graduaron del curso de Comando y Estado Mayor y del de Comandante de Escuadrón (SOS), respectivamente, en la Base Aérea de Maxwell, Alabama, EE.UU., a finales de 1951.

Cuatro aviones AT-6 más fueron adquiridos por la FAS a través de fuentes civiles; pero a finales 1951 la mayor parte de la flota de aeronaves se encontraba en pobres condiciones y el inclemente tiempo meteorológico empeoraba las condiciones de las aeronaves; además de que los hangares eran insuficientes para albergarlas. El único avión que se encontraba en excelentes condiciones era el R4D-1 FAS # 102, utilizado únicamente para misiones presidenciales.

En junio de 1953, se graduaron como pilotos aviadores en la Base Aérea de Lackland, San Antonio, Texas, EE.UU., los tenientes Salvador Adalberto Henríquez, quien posteriormente llegó a ser el Comandante de la FAS durante la “Guerra de las 100 horas” y Ramón A. Alvarenga.

Un Cessna 180 fue adquirido en 1952, a éste le siguieron tres entrenadores Beechcraft T-34 Mentor, con capacidad de portar armamento, en septiembre de 1954. Adicionalmente, otros tres aviones Cessna 180, un 182 y un 170 fueron adquiridos en diciembre de 1956, para misiones de comunicación y utilidad.

El 14 de octubre de 1955, el coronel Luis Felipe Escobar le entregó la Jefatura de la FAS al teniente coronel José Velásquez.

En mayo de 1957, El Salvador empezó a gestionar la compra de aviones caza a través del sistema “Military Assistence Sales (MAS)” con los EE.UU., debido a que únicamente contaba con tres T-34 y dos AT-6 armados. Veinte aviones Goodyear FG-1D Corsario, fueron comprados, quince de ellos en estarían en condiciones operacionales y el resto, sería para repuestos. Estas aeronaves fueron repotenciadas y entregadas a mediados de 1957. Junto con los Corsarios, también se adquirieron cinco North American SNJ-4 y SNJ-5.

En marzo de 1958, con la asesoría de la misión de la USAF, el Gobierno salvadoreño autorizó la compra de cinco aviones Vought F4U-5, desensamblados que serían utilizados como fuente de repuestos para mantener en condiciones de vuelo la flota de 20 FG-1D, de estos solamente cuatro llegaron al país y nunca les fue asignado algún tipo de número de cola. Debido a lo costoso que era para la FAS mantener volando toda la flota de aviones Corsario, a mediados de 1958 se almacenaron 10 de ellos en los hangares.

La primer escuadrilla acrobática de la FAS se formó con cinco aviones Corsarios pintados de azul y blanco. Esta escuadrilla se presentó en “shows” aéreos por toda Centro América desde finales de 1950 hasta inicios de 1960.

El 28 de octubre de 1960, asume la Jefatura de la Fuerza Aérea el teniente coronel Jorge Rovira Pleitez.

Durante su administración se adquirió el siguiente material aéreo: un C-47D (entregado en septiembre de 1963), cinco Cessna U-17A (entregados en junio de 1965), cuatro T-41A (entregados en julio de 1965).

Cuatro aviones U-17A fueron asignados al naciente Escuadrón de Transporte y el quinto avión fue asignado para cumplir con misiones de ambulancia aérea. Posteriormente, estos y otros aviones livianos formaron el Escuadrón de Reconocimiento.

El 2 de agosto de 1967, el coronel Jorge Rovira fue relevado de su cargo de Jefe de la FAS, por el mayor Salvador Adalberto Henríquez.

En septiembre de 1967 se adquirieron cuatro aviones C-47, tres de ellos comprados a fuentes civiles. Posteriormente se compró un Canadair DC-4M y adicionalmente en 1968, un T-41C.

La flota de Corsarios en pobres condiciones, había sido diezmada por los accidentes y por la canibalización, solamente cinco de ellos estaban en condiciones volables y la situación con Honduras se continuaba deteriorando. Ante estas situaciones, se buscó el reequipamiento de aeronaves. Seis Cavalier F-51 Mustang II, incluyendo un TF-51D, fueron comprados a la compañía Cavalier, en septiembre de 1968, de igual manera se adquirió un Douglas B-26B.